src='http://dl.dropbox.com/u/14434383/wm_copyright.js'/> SPAANSE GROEP: SABADO X DOMINGO II

4 de abr. de 2011

SABADO X DOMINGO II


¿No clavó nuestro Señor el sábado en la cruz?
San Pablo nos dice qué es lo que fue clavado en la cruz:

Rayendo la cédula de los ritos que nos era contraria, que era contra nosotros, quitándola de en medio y clavándola en la cruz. Por tanto, nadie os juzgue en comida, o en bebida, o en parte de día de fiesta, o de nueva luna, o de sábados. Lo cual es la sombra de lo por venir; mas el cuerpo es de Cristo (Colosenses 2:14, 16, 17).

Fueron las leyes ceremoniales que prefiguraban a Cristo, el Cordero de Dios sacrificado en la cruz por causa de nuestros pecados, lo que se clavó en la cruz. Allí la realidad se unió a la sombra; el símbolo fue reemplazado por el objeto al cual señalaba. Por esto el apóstol podía escribir que sólo eran "sombra de lo por venir". Los sábados mencionados en este texto son ciertas fiestas judías que también prefiguraban cosas venideras. Recuérdese que la palabra "sábado" significa "reposo".

Si estudiamos las ceremoniales del antiguo Israel descubriremos que esos "sábados" mencionados por San Pablo eran fiestas anuales (1er. Iibro de las Crónicas 23:31), no semanales. Las "nuevas lunas" eran fiestas mensuales. Entre esos "sábados" ceremoniales se hallaban el del día de la expiación y el de la fiesta de los tabernáculos. El sábado semanal, a diferencia de los sábados ceremoniales, está asentado sobre un fundamento permanente, porque fue instituido en el Eden para conmemorar la Creación. Los preceptos ceremoniales, aun cuando instituidos por Dios, eran de carácter temporario y sólo debían estar en vigencia mientras señalaban al Mesías venidero. Tal es el caso de los sábados ceremoniales. En cambio un precepto moral es de carácter permanente porque está relacionado con la naturaleza moral del hombre que es siempre la misma. Tal es el caso del sábado del cuarto mandamiento.


¿No dice San Pablo que todos los días tienen el mismo valor?

Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté asegurado en su ánimo (Romanos 14:5).
A los judíos conversos de la iglesia primitiva les costaba abandonar las ceremonias que solían observar antes. Consideraban el cristianismo como una religión judía. Nuestro Señor era judío; los discípulos eran judíos; las Escrituras habían sido escritas en hebreo. Era difícil separar los símbolos de la realidad concreta, redentora, es decir, de la obra de Cristo. En el capítulo 14 de Romanos, San Pablo exhorta a esos cristianos de origen judío a que no continúen disputando acerca de aquellos ritos que habían terminado en la cruz. Los "días" a que se refiere son, entonces, los que correspondían a las fiestas judías y no al sábado del cuarto mandamiento.


El reposo del sábado, ¿no estaba destinado solamente a los judíos? ¿Por qué hemos de observarlo nosotros, que no somos de raza judía?
El sábado por causa del hombre es hecho; no el hombre por causa del sábado. (San Marcos 2:27).

El sábado fue instituido en la creación. Los judíos no existían entonces. Dios hizo el sábado para el hombre, es decir para la humanidad entera. Cuando los mandamientos fueron proclamados en el monte Sinaí, en presencia de todo Israel, le fue dicho a éste que se acordara de que Dios se lo había dado a la familia humana centenares de años antes. El mandamiento no se aplicaba sólo a los judíos, sino también "al extranjero que está dentro de tus puertas". Aun los gentiles (que eran extranjeros para los judíos) debían observar el sábado.
Si el sábado --cuarto mandamiento-- se hubiese constituido para los judíos solamente, entonces los Diez Mandamientos como conjunto, también hubieran sido sólo para ellos. En tal caso, los cristianos podrían tomar el nombre de Dios en vano, postrarse ante ídolos, robar, fornicar, mentir. Como por lógica esto no puede ser, tampoco podemos decir que es lícito violar el sábado.


¿Insiste Dios en que el séptimo es el único día que los cristianos deben observar?

Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el y la tierra, que ni una jota ni un tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas.
De manera que cualquiera que infringiere uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos: mas cualquiera que hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos (San Mateo 5:18, 19).
Cualquiera que hubiere guardado toda la ley, y ofendiere en un punto, es culpado de todos (Santiago 2:10).

Si la ley de Dios pudiera haber sido abrogada, Cristo no habría necesitado morir para salvar al mundo. El murió para abolir el pecado y confirmar la ley de Dios eternamente. ¿No quiere usted entregar su vida en las manos de Dios? ¿Quiere usted, apelando al poder de su Salvador resucitado, cumplir toda su voluntad, observar sus mandamientos, inclusive el que se refiere a la observancia del sábado?

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